martes, mayo 15, 2012

Para C, con amor y sordidez


Tengo mala relación con mis ex. Con todas. Excepto una, tal vez dos, con las que aun guardo cierta relación de violencia-afecto. El resto, por si no fuera poco, nos llevamos terriblemente mal.
Tal es el caso de C –si lees esto, sabes que soy muy franco a la hora de escribir-, a quien volví a ver tras un par de años. Nunca me consideré un mal hombre, pero ha pasado el tiempo y me he dado cuenta que sí, soy un mal tipo. Nunca pude regalarle nada, ni ser capaz de expresar lo que en un momento sentí. A pesar de sus caricias y exquisitas charlas, nuestro amor murió vespertinamente. 
Ahora, cuando la vi, estaba durmiendo en un asiento del Metropolitano. A mitad de camino, poco antes de la Estación Central, un golpe en la cabeza me despertó. No supe qué fue. Vi a una mujer joven con un paquete grande y lo primero que surgió en mi mente fue cederle el asiento.
                -¿Te quieres sentar?
                -No, gracias. No hace falta.
                -¿En serio? ¿Segura que no quieres?
                -No, pero si insistes puedes cogerme este paquete –tomé el paquete y era un  racimo de rosas rojas. Me sentí extrañado por la situación; que le den rosas a uno, así sea por un instante, es raro.
                Al final, seguí en lo mío: dormir plácidamente después del trabajo.
                Pero al rato volví a abrir los ojos y fue ahí cuando me encontré frente a Claudia. Quería hablarle, saludarla, ser cordial, pero rápidamente noté su postura fría y defensiva. Seguí buscándole la mirada y al cruzar los ojos el uno con el otro su desprecio me hizo sentir mal. No podía creer que aún no pudiera llevarme bien con ella, a pesar de lo lindo que la pasamos.
                ¡Pero me importó un pito en el fondo! Busqué a la chica de las rosas que se encontraba un par de pasos lejos, y luego, con absoluta conchudez, me paré y saludé a mi ex así no quisiera saludarme y le dije a la otra chica:
                -Toma, a ti sí te regalo las rosas.
                Me dirigí a la salida y mientras esperaba a que abrieran la puerta del bus, ciertos murmullos  a mi espalda no se hicieron esperar.

PD: !Qué rica estabas, weona!