Siempre en la literatura han habido temas clásicos como el amor y la muerte. Pero en especial, este último, se vinculó bastante con el escritor Horacio Quiroga. No solo dentro de sus textos literarios, sino, en su vida misma.
Resumiendo –pues muchos ya lo deben de conocer-, nació un 31 de diciembre de 1878 en Salto, Uruguay. Su afan con la muerte comienza así. A los 3 meses de edad, en los brazos de su mamá presenció la muerte de su propio padre, cuando éste se disparó accidentalmente con su escopeta. Años más tarde, después que su madre volviera a contraer matrimonio, su padrastro, tras sufrir un derrame cerebral y quedar paralítico, tomó un pistola y se disparó en la frente. Luego, en su adolescencia, comenzó su vida de escritor como poeta. A los 20 años conoció a su primer amor: María Esther Jurkovski, con quien no pudo llegar a formalizar su relación, concluyendo en una indudable separación. Posteriormente logró publicar su primer poemario “Los arrecifes de coral”, pero esta alegría se vio opacada por la muerte de sus dos hermanos. Todo ello en el año 1901, que aún no concluía. Ese mismo año, mientras limpiaba el arma de su mejor amigo, dio un disparo casual en la boca de éste. Luego, ya muchos años después, Quiroga logra congraciarse como cuentista. Y logra el amor de una de sus alumnas, con las que luego se casaría y tendría dos hijos: Ana María Cirés. Sin embargo la suerte seguiría siendo la misma. La esposa de Quiroga, tras sufrir una depresión intentaría suicidarse bebiendo veneno, pero su agonía se prolongaría por 8 días, hasta que por fin falleció. Producto de esta crisis, se trasladó con sus hijos a Buenos Aires, donde en el año 1917 publicaría una de sus mejores obras. “Cuentos de amor de locura y de muerte”. Ahí empezó su gloria como escritor. Aunque volvería a caer el escritor enamoradizo en los encantos de otras jovencitas. Su último amor fue una compañera de clases de su hija: María Elena Bravo. Y, tras una temporada con ella y una tercera hija en la selva, el escritor comenzó a sentir los síntomas de una enfermedad prostática. A final de cuentas se descubriría que era cáncer; la muerte tocaba por fin a su puerta, pero adelantándose a ésta, Horacio Quiroga bebió cianuro y concluyó con su vida de amor de locura y de muerte. Así fue su vida.
En honra a los 70 años de su muerte, aquí les dejo un par de cuentos de este gran cuentista.
FRASE LESIVA
"Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón." - Horacio Quiroga.
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